Marzo 19, 2024
Portada | English Edition | Contáctenos
Sermones
Radio
Sermones
Himnos
Referenecia
Pasatiempos
Información
 

El Reino De Los Cielos Se Ha Acercado

 
 

Esaú Crespo

Introducción

El Evangelio de San Mateo nos habla de Cristo como el Rey de Israel. Toda la enseñanza del Evangelio de San Mateo está enfocada a demostrar que el Señor Jesucristo es el Hijo del rey David y que, por lo tanto, tiene derecho a sentarse en el trono literal del pueblo de Israel. Los milagros, las enseñanzas, las circunstancias, etc., todo está enfocado a la verdad de que el Señor Jesucristo es el legítimo Rey de Israel. Pero el origen de este reino no es de la tierra, sino de los cielos, por eso se llama "El Reino de los cielos". Jesucristo le dijo a Pilatos: "Mi reino no es (no procede) de este mundo". La Biblia claramente enseña que la procedencia del reino es del cielo, que los valores de ese reino no los de la tierra, sino del cielo como claramente lo enseña Jesucristo en el Sermón del Monte. Juan el Bautista nos habla en este pasaje del Reino de los Cielos; un reino que contrasta con:

El reino de Herodes:

Un reino de crueldad y barbarie donde no hubo ni el menor escrúpulo en asesinar a niños inocentes que eran vistos como amenaza al reino de aquel malvado rey. (Mat.2:16). El historiador Josefo en su monumental obra literaria histórica Antigüedades de los Judíos nos dice que uno de los períodos históricos más negros, crueles y sanguinarios fue, precisamente, el período cuando gobernó la dinastía de Herodes el Grande. Todos los relatos de los cuatro Evangelios así como el libro de Hechos en cuanto a la familia herodiana, son negativos y con la suficiente información para tener un concepto apropiado de estos reyes: ellos fueron responsables de la matanza de los niños de Belén; fue esta familia la que decapitó a Juan el Bautista; fue esta familia la que participó directamente en la muerte del Señor Jesucristo y fue esta familia la que asesinó a Jacobo el apóstol del Señor y más tarde trató de asesinar al apóstol Pedro. La obra de Nicolás Maquiavello, El Príncipe, sólo es un cuentito de niños comparado con el gobierno de los Herodes.

El reino de Egipto:

Egipto fue un Imperio cuyos reyes en un afán de elevar su megalomanía se dedicaron a construir obras monumentales como La Esfinge o Las Pirámides, pero a costa de la vida de millones de infelices seres humanos que sucumbieron ante los bloques de piedra que tuvieron que arrastrar para la construcción de dichos edificios. El Rey de Israel durante su infancia fue llevado a ese reino para ser librado de morir asesinado por la mano criminal del loco rey Herodes. Hubo otros reinos tan crueles o peores, pero éstos los estamos mencionando porque están relacionados con el pasaje que estamos meditando.

El Imperio Romano:

En los tiempos en que nació el Señor Jesucristo, el Rey de Israel, el mundo era gobernado por ese Imperio de terror que para mantenerse tuvo que masacrar pueblos enteros como lo demostró en el año 70 de nuestra era cuando aplastó inmisericordemente al pueblo de Israel. El Imperio Romano es descrito en el libro del profeta Daniel con la figura de una bestia feroz y sanguinaria que hace añicos todo lo que encuentra a su paso.

En contraste con estos reinos terrenales, el Reino de los Cielos que Cristo ya trajo, pero que está por manifestarse en forma pública y literal, es un reino de paz, de justicia, de amor, de santidad, donde la maldad, la rapiña, la traición, la intriga y toda clase de detracciones no tienen lugar.

Juan el Bautista anunció este Reino de los Cielos en una presentación de sencillez y pobreza. Vemos esta situación en la persona de Juan el Bautista: su vestido, pieles rústicas de animales; su alimentación, langostas y miel silvestre; su habitación, los desiertos de Judea. Su salario por predicar la Palabra de Dios, la filosa espada que le cortó la cabeza para exhibirla delante de la refinada y culta corte del rey Herodes. A continuación vamos a meditar en algunas verdades que la Biblia nos enseña en este pasaje acerca del reino de los cielos.

I. La Oferta Del Reino De Los Cielos. (V.2)

Los israelitas habían experimentado en carne propia lo que era el reino terrenal: fueron gobernados por los egipcios, los pueblos vecinos adyacentes a la tierra de Canaán, los asirios, los caldeos, los griegos, los sirios, y en el tiempo de Juan el bautista, por los romanos. Todos esos reinos los habían tratado con crueldad y toda clase de humillaciones; reinos despiadados cuyos valores son diametralmente opuestos a los valores del Reino de los Cielos que están expresados con suma claridad en el Sermón del Monte. (Mateo caps. 5,6,7). Este reino Dios lo ofrece a todos los hombres para que lo puedan disfrutar eternamente, porque el deseo de Dios es tener comunión eterna con la criatura humana. Sin embargo, también debemos entender que Dios pone una condición muy sencilla:

II. El Arrepentiento Es La Condicion Que Dios Exige. (V.2)

El arrepentimiento es un cambio de mentalidad, una actitud conforme a la voluntad de Dios. Pero también, el arrepentimiento es una actitud del corazón. Cuando la Palabra de Dios llegó a los oídos del rey David que había pecado contra Dios, él sintió dolor en su corazón porque había ofendido la santidad de Dios. El rey David se arrepintió porque tuvo una actitud correcta tanto en su mente como en su corazón. A partir del arrepentimiento el creyente comienza a experimentar un proceso de perfección; es decir, su vida de obediencia a la Palabra de Dios va en aumento cada día hasta alcanzar la madurez cristiana. El arrepentimiento también nos hace capaces de confesar públicamente nuestra fe en el Señor Jesucristo. La Biblia dice que aquellos que obedecieron la exigencia divina del arrepentimiento, confesaron públicamente sus pecados (v.6).

III. El Arrepentimiento Trae Al Hombre Otras Bendiciones: (VS.7-10)

  • Una vida de buenas obras. Las buenas obras no salvan a nadie, pero son el resultado de la experiencia de la salvación. Las buenas obras Dios las exalta, pero después de la experiencia del arrepentimiento. Sin la experiencia del arrepentimiento y el lavamiento de nuestros pecados por la sangre que se derramó en la cruz del Calvario, las buenas obras no valen nada delante de Dios. Hay dos pasajes bíblicos que son contundentes en cuanto a esta verdad que las buenas obras sin arrepentimiento no valen nada delante de Dios: PROVERBIOS 15:8 ; ISAÍAS 64:6 El primer pasaje dice: "El sacrificio de los impíos es abominación a Jehová; mas la oración de los rectos es su gozo". El segundo pasaje afirma: "Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia...".
  • Somos hechos miembros de la familia de Dios. (V.9) Los líderes religiosos del pueblo de Israel se sentían orgullosos porque eran miembros de la descendencia de Abraham, pero Juan el Bautista les hace ver que eso no vale para entrar al Reino de Los Cielos, que el Reino de los Cielos se recibe a través del arrepentimiento para con Dios y la fe en el Señor Jesucristo. El pasaje nos enseña que cualquier persona de cualquier nacionalidad, raza, lengua, etc. tiene la oportunidad de ser salvo por la fe en el Señor Jesucristo. Todos los seres humanos nacemos con la maldición de la marca del pecado y el pecado es un nexo con el diablo y con la muerte, pero cuando le entregamos la vida al Señor Jesucristo esos nexos de maldición quedan rotos y somos hechos miembros de la familia de la fe. La Biblia dice que ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser, pero sabemos que cuando El se manifieste seremos semejantes a Él porque le veremos tal como Él es. (I Juan 3:2) ¡Qué privilegio más grande el hecho de ser hijo de Dios y, por lo tanto, tener el privilegio de entrar con toda libertad a gozar del reino de los cielos!.
  • El bautismo del Espíritu Santo. Cuando el pecador se arrepiente y pone toda su confianza en el Señor Jesucristo, en ese momento se opera el bautismo del Espíritu Santo. En el caso de Juan el Bautista, el bautismo del Espíritu Santo era un acontecimiento futuro porque era necesario el sacrificio de Jesucristo en la cruz del Calvario. Después que el Señor Jesús ascendió a los cielos vino el glorioso acontecimiento del Pentecostés en que el Espíritu Santo vino para quedarse permanentemente con y en la iglesia. El Espíritu Santo regenera al pecador, lo santifica, lo hace miembro de la familia de Dios. El Espíritu Santo es llamado el Consolador porque El está con los cristianos para consolarlos cuando éstos pasan por diferentes tribulaciones. Desde el momento que una persona se entrega por la fe al Señor Jesucristo, desde ese preciso momento el Espíritu Santo viene a morar en el corazón del creyente. El apóstol Pablo dice que el creyente es el templo y la morada del Espíritu Santo de Dios.
  • Somos Librados Del Infierno. (VS. 10-12) Juan el Bautista habla en este pasaje de dos clases de bautismo: el bautismo del Espíritu Santo y el bautismo de fuego. Si los pecadores se arrepienten de sus pecados por la fe en el Señor Jesucristo, entonces son bautizados por el Espíritu Santo, pero si los pecadores rechazan el mensaje del Evangelio, entonces sólo les espera el bautismo de fuego que es la experiencia del infierno eterno. Algunas personas, bien intencionadas, pero mal informadas, han interpretado que "fuego" aquí en el pasaje implica poder, entusiasmo, etc., pero el contexto del pasaje no admite dicha interpretación, sino que Juan está diciendo que si los pecadores rechazan la gracia de Dios, les espera al final el juicio eterno de una existencia en el infierno.

Conclusión:

Para gozar del Reino de los Cielos los hombres deben arrepentirse de todos sus pecados con los cuales han quebrantado los mandamientos de Dios y han insultado la santidad de Dios. Por la fe en el Señor Jesucristo y el arrepentimiento para con Dios, hay perdón de pecados y entrada al Reino de los Cielos.

Visitas: 19696

 
Pasaje

Mateo 3:1-12

1 En aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea,

2 y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.

3 Pues éste es aquel de quien habló el profeta Isaías, cuando dijo:
Voz del que clama en el desierto:
Preparad el camino del Señor,
Enderezad sus sendas.

4 Y Juan estaba vestido de pelo de camello, y tenía un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y su comida era langostas y miel silvestre.

5 Y salía a él Jerusalén, y toda Judea, y toda la provincia de alrededor del Jordán,

6 y eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados.

7 Al ver él que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía: ¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?

8 Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento,

9 y no penséis decir dentro de vosotros mismos: A Abraham tenemos por padre; porque yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras.

10 Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego.

11 Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego.

12 Su aventador está en su mano, y limpiará su era; y recogerá su trigo en el granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará.

Portada  |   Sermones  |   Blog  |   Artículos  |   Himnos  |   Radio  |   Pasatiempos  |   Galería  |   Privacidad  |   Contáctenos
Copyright 2000 - 2024 © iglesiabautista.org. Derechos Reservados.